María Border

En Peakland - Capítulo I - El comienzo de la vida


CAPITULO I

El comienzo de la vida



       Esa mañana el Sr. Winters insistió en que todo el mundo se levantara temprano.  En la casa se vivía un clima de tenso festejo.  Los criados corrían de un lado a otro con los preparativos. Sobre la cama de Stella, dejaron un hermoso vestido rosa, con cintas de seda.  La Sra. Winters se movía alborotada apurando a la criada que ayudaba a Rose a vestirse.
Los Winters vivían de forma acomodada, junto a sus tres hijos en su próspera finca al sur de Sussex.  La mayor de ellos, Rose, había cumplido 17 años y la familia se encontraba ansiosa por conseguirle esposo.
Antes de vestirse con su ropa nueva, Stella se escabulló en el cuarto de su hermano Bryan.   El muchacho de 16 años, era apenas dos años mayor que ella, lo que los convertía en cómplices de travesuras y juegos.
-“¿Qué haces aquí Stella?  Deberías estar vistiéndote para el banquete”-Dijo medio burlón
-“¿Qué es lo que sucede Bryan?  Dejaron un traje nuevo en mi cuarto y todo el mundo parece apurado ésta mañana”
-“¿No te lo han dicho?  Esperamos la visita de los Ferguson, que viene a acordar el matrimonio de Rose”
-“¿Rose va a casarse? ¿Va a dejarnos?”
-“No aún.  En la reunión la prometerán al hijo de los visitantes.  Supongo que no se casarán hasta el año próximo, al menos”
-“¿Los conoces?”
-“No.  Pero escuché a papá que solo tienen ese hijo.  Son Industriales textiles en Lincolnshire.  Poseen mucho dinero.  Los parientes ideales”
-“¿Rose conoce a su prometido?” -Stella sonaba preocupada
-“Lo conocerá hoy”
-“¿Y si no le gusta?”
-“No seas tonta Stella, Rose se casará con quien le indique papá.  Él vela por nosotros  y conoce lo que nos conviene.  Ve a arreglarte, no querrás que te castiguen otra vez”
Regresó a su cuarto donde la esperaba la criada, con algunas dudas: 
-“¿Te han elegido marido ya?” -Preguntó Stella
-“No señorita, pero pronto se presentará con mi padre un joven de mi agrado”
-“No entiendo, ¿no es tu padre quien debería presentártelo?  Eso harán con Rose hoy”
-“A nosotras se nos permite escoger.  Cualquier joven trabajador que nos pretenda, es bien recibido.  El caso de la Srta. Rose es diferente.  Su padre debe entregarla a manos de quien sepa valorar sus virtudes y pueda mantenerla en igual situación”


       Los Ferguson habían llegado a Brighton el día anterior.  Se alojaron como de costumbre en el hotel principal.  Alan contaba con 19 años y ya era tiempo de encontrarle una esposa.  Habían conocido a los Winters en sus vacaciones por Londres y, luego de indagarlos, los consideraron la familia adecuada con la cuál entrelazarse.  Alan permanecería los próximos años estudiando en Oxford y podría visitar a su prometida más seguido que desde Lincoln.  Si bien en un principio el joven intentó defender su derecho a escoger esposa a su criterio, su padre se encargó de hacerle saber que su deber era respetar su decisión.
-“Una mujer es igual a otra en la medida que conserve sus virtudes y haya sido criada con educación dentro de una familia respetable.  Como hombre más conocedor que tú, me encuentro capacitado para hacer la elección en tu nombre”-Le había dicho y Alan debía obedecer.

       Entraron al gran salón de los Winters luego de que los anunciara un criado.  El ambiente ceremonioso de los anfitriones, molestó un tanto a Alan, pero su molestia se disipó cuando le presentaron a Rose, su futura prometida.  Almorzaron guardando todas las reglas de cortesía.  Su madre y la dueña de casa, hablaban animadamente de viajes y moda; los señores encontraron en la política su tema común; en tanto Rose y él se mantenían callados. 
Sentada frente al pretendiente había una niña.  Cada vez que levantaba la vista hacia ella, ésta le estaba mirando.  Lo intrigaba su insistencia, el hermano más de una vez le llamó la atención por ese hecho. 
Luego de los postres, los señores se retiraron al estudio para acordar el compromiso, la dote y demás detalles, mientras que las señoras y los jóvenes salían a dar un paseo por los jardines.
-“¡Stella!  Quítate ese viejo abrigo y ve a ponerte el nuevo”-La Sra. Winters reprendía a su pequeña hija que pretendía acompañarlos con ropas que la avergonzaban ante sus futuros parientes.
-“No puedo, debo ir con éste.  El otro se lo regalé a la niñita que pedía limosna ésta mañana en la puerta”
La madre de Stella enfureció, y aunque no le permitió a la pequeña acompañarlos en el paseo, se contuvo en la reprimenda, para no dar una mala impresión.

-“Es usted muy bonita Srta. Winters.  Me complace mucho conocerla”
Rose, clavó su mirada en las flores que llevaba en su mano.  Recorrían el sendero despacio.  La pareja delante y sus madres detrás.  Bryan no los acompañaba, en un descuido de los paseantes, regresó a la casa para no dejar sola a Stella, aunque le reclamaría su comportamiento.  La consentía y cuando podía la cubría ante sus padres; Rose en cambio tenía tanto temor a desobedecer que constantemente la delataba.
-“¿Cómo se te ocurre Stella, hablar con esa niña?  Mira si quería dañarte o robarte”
-“¿Cómo podría dañarme una niña tan frágil?,  apenas si podía hablar la pobrecilla.  Sus ropas eran harapos, no quiero imaginar el frío que tendría esta noche si no se lo hubiera dado”
-“Pero ahora ella tiene tu abrigo nuevo y tú deberás pasar el invierno con el viejo”
-“Bien puedo abrigarme con él.  Todavía está bonito y caliente”

Se acordó el matrimonio.  Alan terminaría sus estudios en dos años, tiempo suficiente para que Rose cumpliera la edad óptima para casarse.  El muchacho visitaría a su prometida un fin de semana al mes, para relacionarse con ella.  Con los padres conformes, se llamó a los interesados para notificarlos.

Stella debió esperar hasta después de la cena, para quedar a solas con Rose:
-“¿Te ha gustado el joven Rose?”
-“Es muy agradable y bien parecido”
-“¿Es eso suficiente para casarte con él?”
-“Stella, si papá lo considera suficiente, es suficiente para mi.  Si debo estar el resto de mi vida bajo la voluntad de alguien, al menos él parece respetuoso y gentil.  Y no has de negarme que es muy apuesto, te he visto mirarle toda la cena”
-“No le miraba por su apariencia, intentaba ver dentro de él”
-“¿Y que has visto?  Yo no pude observarle tanto”
-“He visto  que tiene ojos muy tristes, pero debe ser orgulloso ya que su postura se mantiene erguida siempre.  Sus manos son serenas y parecen suaves.  Su cabello es lo único rebelde en él.  Me pareció que su boca es como un cerrojo que impide que sus pensamientos se conozcan”
-“¡Stella! Debes dejar de leer tanta novela a escondidas.  Creo que fabulas, tu imaginación nubla tu razón”
-“No te burles, lo he observado para poder transmitírtelo”
-“Cariño, somos mujeres.  Bryan es el heredero.  Nuestra vida dependerá de que nos encuentren un hombre que acepte desposarnos y hacerse cargo de nosotras el resto de nuestras vidas.  ¿Qué importa si expresa sus pensamientos o si sus ojos son tristes?  Lo importante es que tenga un buen pasar y sea respetable; y esa elección la hace nuestro padre”
Stella se acercó para hablarle en secreto a su hermana:
-“¿No sabes que deberás pasar con él, cada noche de tu vida?”
Rose alarmada por los conocimientos de su pequeña hermana la reprendió:
-“Stella, te has pasado de la raya.  Estas leyendo libros prohibidos.  Prométeme no volver a hacerlo o se lo diré a mamá y el castigo será terrible”
       Su hermana desconocía el futuro que le esperaba.  Al menos Ferguson era apuesto.  Tal vez con las próximas visitas, Rose podría enamorarse de él.

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