María Border

Orgullo y Prejuicio - Continuación - Capítulo VII - Tercera parte:

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Capítulo VII - Tercera parte:



–Sra. Darcy.  Me han dicho que usted gusta de los largos paseos. –Lady Catherine se dirigía a la esposa de su sobrino, sentada en la larga mesa de desayuno en Rosings.
–Así es madame.  Me encantan los paseos.
–Hace una mañana muy agradable, tal vez usted y yo podamos recorrer el estanque juntas.
La invitación sorprendió a todos en la mesa.
–Será un placer Lady Catherine.
–Tal vez Georgiana y Fitzwilliam quieran acompañarnos.  Darcy preciso que revises los números de mi finca antes de irte.
–Con gusto me ocuparé de eso mientras pasean Madame.
Darcy entregó una mirada un tanto desconcertada a Lizzy cuando la despedía.  Pero ésta lo tranquilizó.  Georgiana y el coronel se veían molestos de tener que acompañar a las damas en el paseo.
Caminaban los cuatro por el sendero,  Lady Catherine demoró su paso para obtener cierta privacia en la charla que pretendía mantener con Elizabeth.
–Sra. Darcy.  –Dijo con tono solemne, y antes de que pudiera seguir, ella la interrumpió
–Madame, no pretendo tener para con usted un trato diferente al que mantengo.   Pero bien me doy cuenta, de cuánto le duele nombrarme por mi condición, de manera que puede recurrir a mi nombre de pila.  De esa forma le ahorro a usted una pena y yo me sentiré mejor acogida.
– ¿Cómo es posible que derroche usted tantas atenciones conmigo después de lo que hemos conversado?  Sepa señora, que no soy fácil de convencer.
–No pretendo convencerla de nada.  –Utilizaba un tono dulce, casi compasivo.  –Ha vivido con exigencias muy distintas a las mías.  Los deseos de usted y su hermana de casar a mi esposo con su querida hija, seguramente la llevaron a rechazarme mucho antes de permitirse conocerme.  Ante la situación actual, donde ya todo es… como Madame dijo, irreparable; tenemos una nueva oportunidad.  Usted es la familia más cercana de mi esposo y su hermana.  Tengo tíos a los que adoro y no puedo imaginar la pena si mi amor por William los hubiera separado de mi lado.
–Desconoce usted lo doloroso que es encontrarme sin mi hija y lejos de mis queridos sobrinos.  –La mujer casi lloraba, hasta parecía más pequeña.
Elizabeth tomó del brazo a la señora y lo acarició con ternura.
–Mi cuna no es la más agradable a sus ojos, aunque sea mi padre un caballero.  Pero si pudiera ver dentro de mi corazón, conocería que no existe mujer en el mundo que ame más a su sobrino, que yo misma.  También podrá ver que entre los tres hemos hecho de Pemberley un hogar cálido, que sinceramente deseamos compartir con usted.
La Señora de Rosings, se enterneció:
–Elizabeth, he tenido bajo mi responsabilidad por muchos años, el cuidado de mis queridos sobrinos.  Mi hermana me los encomendó y a la muerte de mi cuñado, me vi en la obligación de endurecerme ante ellos para ser un ejemplo a seguir y evitar que se descarriaran.  He puesto cuanto he podido para que mi tarea fuera cumplida con corrección.  Consideré su casamiento con William, como un error que debí haber advertido antes.  Él es un caballero criado con orgullo y siempre se había manejado bajo estrictas normas.  Su presencia alteró todo cuanto había soñado para él.
No respondió a sus dichos.  La escuchaba atenta y tratando de comprender que Lady Catherine se encontraba en un gran dilema.
–Cierto es que estoy muy conmovida por la reciente pérdida de mi hija y necesito como nunca del afecto de mis seres queridos.  Tal vez por ello sea que me permito… entablar ésta conversación con usted.  La he estado observando señora.  He visto que entre mi sobrino y usted el cariño es real.  Pero dudo mucho que el simple cariño pueda preservar a Pemberley de sus actos.
–Con más razón debería usted acompañarnos.  Tenerle cerca hará que absorba con mayor rapidez sus modales y aprenda a comportarme como lo que se espera de mí.
Lady Catherine encontró en las palabras de Lizzy la excusa perfecta para aceptar ir con ellos, sin rebajarse.
–Perfectamente.  En esos términos es que acepto. –Y tomando un tono severo y superior, dijo:
–Deberá usted recibir mis consejos sin retrucarlos.  Ha de serle muy difícil eso, teniendo en cuenta su carácter constante.
–Le prometo que haré mi mejor esfuerzo.
-*-
  Llevaban cerca de una hora caminando por el sendero y las únicas palabras que habían cruzado se referían a lo agradable del clima y lo florecido de los campos.  El coronel no sabía qué tema entablar que no lo llevara a descubrirse en su afecto.  Georgiana lamentaba que su tía y Lizzy hubieran quedado tan demoradas y retrasaba su paso con la intención de ser alcanzados para acortar la penosa situación de estar tanto tiempo a solas con Fitzwilliam.  Necesitaba imperiosamente de la seguridad que la cercanía de su cuñada, solía entregarle.
– ¿Qué las tendrá tan entretenidas a Lady Catherine y Elizabeth? – Dijo por fin Georgiana.
–Desconozco, pero ojalá sirva para suavizar el trato de madame para con su cuñada.  Aprecio mucho a la Señora Darcy, desde el primer momento me ha resultado una mujer muy agradable y divertida.
–Yo la considero mi hermana.  Es tan dulce, gentil, generosa.  William y yo somos muy felices a su lado.
– ¿Gusta de leer señorita Georgiana?
–Si. –Cuando el tema se tornó más personal, la timidez volvió a embargarla.
– ¿Tal vez prefiera usted que hablemos de otra cosa?  –El coronel había notado el cambio.
–Podemos hablar de lo que usted prefiera coronel.  –Dijo resuelta.
–Supongo que Darcy pronto deberá llevarla a bailes o dar los suyos propios.
– ¿Por qué lo supone?  –Miraba a uno y otro lado, rogando encontrar a Elizabeth.
–Bien… es que imagino que tendrá intenciones de conocer gente…
–Conozco a casi todo el mundo.
–Ya,…comprendo.  Pero tal vez usted esté interesada en formar su propia familia.  Digo… al ver la felicidad de su hermano, tal vez desee la propia.
Georgiana no sabía si el coronel estaba intentando indagarla o pretendía un acercamiento al tema que tanto la aquejaba.  Si Lizzy estuviera en su lugar sabría bien qué contestarle, pero ella recorría en su mente miles de frases que no lograban satisfacerla.  Fue entonces cuando entendió que el coronel ya no la veía como una niña, si hablaba de la posibilidad de que ella buscara su propia felicidad.  Tal vez estaba tomando coraje para abordarla.  No sabe de dónde tomó bríos, pero le dijo:
–Coronel, me encuentro ya interesada en buscar mi felicidad.  Pero considero que no será una tarea fácil de cumplir.
– ¿Por qué lo dice?  Usted, si me lo permite, es muy bella y encantadora.  Cualquiera sea su elección, seguro será correspondida.  – ¿Quién podría no quererla?  Si la dama tenía ya un caballero en mente, él se encargaría de que el muy burro la complaciera.  No eran tan importantes su felicidad o su muerte, frente a la dicha de ella.
–Gracias coronel.  Sus palabras me gratifican y me otorgan mucho crédito.  Pero siendo mi hermano quien es, será muy difícil para cualquier caballero tomar el coraje de solicitarme ante él.
Escucharlo de los labios de Georgiana, despersonalizaron su pena, para ubicarse en el lugar de ella y contestar sin pensarlo antes:
–Pues, si un caballero prendado de usted, por temor a su hermano se pierde de cortejarla, permítame decirle que es un cobarde y perderá usted el tiempo con él.
– ¿Lo cree realmente así?  –Georgiana ladeo la cabeza y le regaló una mirada pícara e ilusionada.
¡Dios!, ¿Qué era esa respuesta?  ¿Estaba Georgiana invitándolo a que tomara coraje ante Darcy?  ¿Sería su propia ilusión la que no le permitía ver con claridad?
–Lo creo absolutamente.  Si su corazón ya tiene elección,… hágaselo notar al interesado.
–Mi corazón ya ha escogido.
–Señorita Georgiana.  Me arrepentiré seguramente de lo que estoy por decirle.  Pero no puedo negar lo que afirmé anteriormente…
Fitzwilliam interrumpió su declaración antes de comenzarla. 
Darcy se acercaba a ellos en el carruaje de Lady Catherine sin poder encontrar a Elizabeth.
– ¿No estaban los cuatro caminando por el sendero?  –Preguntó inquieto.
–Lady Catherine y Elizabeth se retrasaron.  –Dijo el coronel molesto, tratando de disimular su situación.
–Si hubieran quedado atrás, debería habérmelas cruzado.
Descubrieron a Elizabeth acercarse a ellos con Lady Catherine del brazo.  Darcy no daba crédito a lo que veían sus ojos.  Georgiana y el coronel no se fijaron en el detalle, estaban muy concentrados en repasar mentalmente, el uno lo que dijo el otro.
–Madame, he traído su coche, imagino que la caminata la tendrá agotada.
–Tu esposa Darcy, tiene un estado más inquieto que el mío.  Si por ella fuera seguiríamos caminando hasta Londres.  –Protestó.  –Has tenido una gran idea en venir a buscarme en coche. 
Antes de subirse al carruaje, Madame decidió responder la invitación que le hicieran a Pemberley:
–Acepto la invitación que me has hecho de acompañarlos a Pemberley.  Pero no será hasta el próximo mes.  Tengo que terminar de disponer algunas cosas aquí antes de encomendarme a la dura tarea que me espera allí.
– ¿Cuál tarea tía? –Preguntó Darcy sin salir de su asombro.
–A pedido de tu esposa, acepto ser quien la eduque en la tarea que debe llevar a cabo cono señora de Pemberley. –Dijo sin perder su condición, y luego dirigiéndose a su sobrina: –Georgiana, sube conmigo, regresaremos juntas, quiero conversar a solas contigo.
Georgiana obedeció y su conversación con Fitzwilliam se vio totalmente terminada.  En el camino su tía la indagó sobre los modales y comportamientos de su cuñada y en tratar de sonsacarle si la conducta tan generosa de ella se correspondía con la verdad o era una pose para convencerla.

– ¿Cómo es que Lady Catherine debe educarte?–Darcy continuaba desorientado.
–Olvídalo querido.  Tu tía no encontraba la manera de aceptar la invitación sin sentir que se desdecía.  Mi propuesta le entregó la excusa necesaria para concretar sus deseos de acompañarnos.  Está profundamente deprimida y los necesita.
–Sra. Darcy, me quito el sombrero ante usted.  Jamás me hubiera imaginado que Madame aceptaría.  Es usted muy ingeniosa  y generosa.
–Gracias Coronel.  Y dígame ¿Ha tenido un agradable paseo?
El coronel se vio recorrido por la sorpresa.  ¡Qué tarde! Tanto como había renegado de acudir al paseo y ahora hubiera deseado no haber sido interrumpido en el mismo.  –Si, mucho.  La tarde es encantadora, el clima se presta perfectamente para pasear sin prisas.
–Si, hace un magnífico clima.
Pero Lizzy creyó ver que, más allá de las palabras del coronel, su mirada escondía más satisfacciones que las que podría otorgarle el clima.

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9 comentarios:

  1. Bueno, te diré que hemos tenido una visión similar hasta lo que he leído hasta ahora. Lo único, que la mía es más picante jaja, por eso no me atrevo a mostrarla!

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    1. Luciana, lo que daría por leerla...
      Gracias por tomarte el tiempo de leerme.
      Cariños.

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  2. haaa quiero mas!!!! cuando publicas, mas capitulos??

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    1. Hola Mariel. Gracias por leer el blog.
      Todos los domingos voy publicando un poquito más de la historia. Pásate para seguir leyendo. Cariños.

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  3. Al fin lo he leído en este breve tiempo que tengo, sigues haciéndome desear más pero tengo que esperar. Saludos guapa.

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    1. Sophie, gracias!!!
      Pero solo debes esperar al domingo. Sabes que soy constante. Cariños y gracias por leer.

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  4. María. Solo una cosa debo decir no me gusto, y es que la lectura fue tan agradable y tan como lo habría hecho Jane Austen que la encontré muy corta. Me agrado muchísimo leer su continuación y quede con una sensación de vacío al terminar de leer, la misma que tengo cada vez que termino de leer un libro que me gusta, felicitaciones y gracias por el regalo que nos entrego.

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    1. Muchísimas gracias José Luis, su comentario me emocionó. Gracias por leer y aquí lo espero con más historias. Saludos.

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  5. Vaya! Casi, casi... Esta confesión que no llega >_o
    Muy bueno, la verdad que está genial esta continuación =)

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