CAPÍTULO VIII –Lady Catherine
El señor Bennet disfrutaba de
visitar a sus hijas en sus nuevas casas, feliz con la vida que llevaban, viéndolas
tan enamoradas de sus esposos. También
disfrutaba, tener una excusa válida para alejarse unos días de Loungbourn y de
su querida Sra. Bennet, cuyos nervios solían ponerlo en situaciones embarazosas.
Kitty pasaba
mucho tiempo en casa de los Bingley y los Darcy; lo que le permitía conocer
gran cantidad de solteros. Mary era la
gran compañera de su madre y, dado que ya quedaban pocos en Loungbourn, podía
avanzar en sus prácticas de piano. Lidya
visitaba poco a sus hermanas, y aunque Wickham tenía ingreso a la casa de Jane,
no podía hacerlo en Pemberley.
Lady Catherine estaba pronta a llegar al hogar de los Darcy. Elizabeth se encargó que su antiguo cuarto se
encontrara, tal y como le habían dicho le agradaba. Estaba muy nerviosa porque el lugar, fuera digno
de sus expectativas.
Darcy debió
acudir a Londres y no llegaría hasta la noche.
El carruaje de madame se alistó en el ingreso y Georgiana y Lizzy se
apresuraron para salir a su encuentro.
–Veo
que han hecho algunos cambios en el jardín. – Fue su frase al llegar.
–Bienvenida
Lady Catherine. Estábamos ansiosas por su llegada. Me alegra que notara los cambios. Espero sean de su agrado. Las rosas son tan esplendorosas en ésta época,
que quisimos que su aroma invadiera nuestros paseos. –Elizabeth, con una amplia sonrisa en su
rostro, comenzaba a hacerse de paciencia.
–Georgiana.
Ha llegado a mis oídos que tu hermano aceptó
una oferta de casamiento para tí. – Directa al grano, como era su costumbre. No le entregaba a su sobrina ni el más mínimo
respiro para encontrar coraje antes de confesarlo
–Así es
madame –respondió tímidamente.
– ¿Lo
has considerado bien?
–Sí
madame. –Contestó segura.
– ¡Vamos
niña! Sé más explícita.
–No
entiendo lo que desea de mí.
–Lady Catherine.
Georgiana desea comentarle que se
encuentra muy dichosa junto a su prometido.
–Elizabeth.
Lo primero que debes aprender, es que me
he dirigido a ella, y es de ella de quien espero respuestas.
–El
coronel Fitzwilliam y yo nos encontramos comprometidos para casarnos, porque nos
une un profundo cariño y mi hermano nos ha consentido con su aprobación.
–Bueno,
veo que la cercanía con tu cuñada te ha infundido el valor del que
carecías. Espero no te contagiaras otras
cosas.
Lady
Catherine se dispuso a entrar y las cuñadas se tomaron del brazo, sonriendo ante tan ceremoniosa dama, que les
daba la espalda, e ingresaba a Pemberley como dueña y señora.
– ¡Qué
gran desconsideración de Darcy no estar aquí a mi llegada! –Dijo - ¿Qué menesteres tan importantes se lo
privaron?
–Verá
Lady Catherine. William ha debido acudir
a Londres con el coronel Fitzwilliam. No
se nos notificó el motivo y ambas esperamos que estén de regreso ésta noche.
– ¿Fitzwilliam
está instalado aquí? ¿En casa de su
prometida?
– ¡No
madame! Mi prometido se ha encontrado
con William en Londres y de allí regresará directo a Kent.
La Sra.
Reynolds las interrumpió. Los señores Bingley habían llegado.
–De
manera que ésta es tu esposa Bingley. La
otra Bennet. No había notado, la noche
que la conocí en Loungbourn, lo bonita que es señora.
–Gracias
madame. –Dijo Jane haciendo una reverencia y recordando que aquella noche,
difícilmente pudiera haberse notado a
alguien más, que no fueran Lizzy y la
propia señora.
–Lady
Catherine, imagino que disfrutará usted mucho su estancia en casa de mis amigos
y parientes. Ellos son muy buenos
anfitriones. –Dijo Bingley.
–Eso
espero, no he venido de Rosings con la intención de alterarme, aunque sé que
tendré que hacerme de paciencia.
No
sería fácil, Lizzy ya lo sabía, pero el amor por su marido y cuñada, bien valían el intento.
–Seguramente
la señora tendrá intenciones de descansar un momento ¿Puedo acompañarla a sus
aposentos?
–Sra.
Darcy, no es usted quien debe tomarse ese trabajo, para eso están los criados.
–Lo sé
Lady Catherine, pero me agradaría más ser yo quien lo haga. Deseo que se sienta usted bien recibida y
espero que todo esté de su agrado.
–Saltaremos
las formalidades ésta vez. Todavía no ha
comenzado mi trabajo. –Respondió aceptando. – ¡Santo Dios! Vengo de un viaje largo.
Elizabeth
acompañó a la tía de su esposo, ayudándola en las escaleras. Lady Catherine se sorprendió al ver que le
asignaran su antiguo cuarto y lo agradable que lo habían acondicionado para
ella.
Sobre
la mesa junto a la ventana, Lizzy había colocado un jarrón con flores de
azahar, como las que rodeaban su casa de Rosings. El fuego estaba vivo y el lugar resultaba
absolutamente acogedor.
La
dueña de casa miraba a la señora, con mucha ansiedad y deseos de que se
mostrara complacida.
–Debo
decirle Elizabeth, que todo está perfectamente de mi agrado.
Lizzy
sonrió satisfecha. –Su doncella, madame;
vendrá en un momento. Cuando mi esposo
llegue se lo haré saber. Siéntase libre de
descansar o bajar a hacernos compañía.
–Gracias
Elizabeth. –La dura dama de Rosings comenzaba
a despojarse de su armadura.
Por mucho que buscaba Lady Catherine,
poco encontraba para criticar. La señora
Reynolds, había instruido a su ama, en los protocolos y órdenes del
servicio. Elizabeth tal vez fuera
demasiado condescendiente con los criados, pero todos cumplían su trabajo
contentos y le respondían con admiración.
Darcy
no escondía su felicidad y su esposa se manejaba en Pemberley con la soltura de
una dama. Podría reprocharle algunas
bromas de las que lo hacía víctima, pero el mismo caballero se prestaba a ellas
divertido.
Georgiana
había adquirido madurez y soltura en su trato con la gente. El coronel no podía prodigarle más amor y
respeto. Cualquier objeción hacia esa pareja, más allá
de los bajos ingresos del caballero, parecía por demás desacertada.
Si bien
había que soportar, alguna vez, a los molestos familiares Bennet; la distancia
que separaba Loungbourn de Pemberley, hacían su visita muy esporádica. Finalmente debía reconocer, que el casamiento
de su sobrino, no había sido un error y que en esa finca se respiraba amor y
respeto. Su hermana tampoco hubiera
puesto objeciones. Estaba pronta a
comunicarles, que regresaría a Rosings.
Se sentía satisfecha.
El matrimonio Darcy se encontraba en
su cuarto, dispuestos para bajar a desayunar.
Elizabeth demoró a su marido un momento
– ¿Qué
sucede querida? No querrás que Lady
Catherine nos acuse de dejarla sola en el desayuno.
–¿Has
notado algo distinto en mi?
–¿Estoy
muerto si digo que no?
–Por
ésta vez te lo dejaré pasar –Contestó divertida.
– ¿Qué
es lo distinto? Dime que ya estoy
intrigado.
–Hay
mucho de distinto en mí estos días. –Confesó,
mientras su marido la observaba de arriba abajo. –He estado indispuesta en las mañanas, no
puedo usar corsé…
Lo
entendió. Miró urgente el vientre de su
esposa y de inmediato sus ojos. La
abrazó con cuidado lleno de ternura.
–Lizzy,
mi querida Lizzy. ¡Seremos padres!
–Así
es. ¡Tiembla Pemberley!, un heredero se
acerca.
– ¿Te
sientes bien? ¿Necesitas algo? ¿Puedo ayudarte?
–De pronto, los cuidados y recaudos le parecían pocos. Su mente corría indagando todos y cada uno de
los inconvenientes que pudieran causarle a su esposa, una molestia o
contratiempo. Quien sabe, hasta un
accidente.
Elizabeth
lo adivinó y necesitó abstraer al padre de su hijo de sus propios miedos:
–Salvo
que quieras tener al niño por mí, no veo cómo has de ayudarme.
–Eres
incorregible.
–Tengo
mucha ansiedad por verle ya. –Dijo
ilusionada.
–¿Quién
lo sabe?
–El
doctor y tú.
–
¿Cuándo lo has visto?
–Vino
ayer a presentar sus respetos a Lady Catherine. Ella y Georgiana daban un paseo por los
jardines, lo que me permitió consultarle.
Dijo que todo estaba perfectamente y que tendremos un hijo muy
saludable.
Rogaba
a Dios porque así fuera. Elizabeth
recibiría todos los cuidados. Él se
encargaría de eso.
– ¿No
lo has hablado con Jane o Georgiana?
–Estuve
a punto de decírselo primero a Lady Catherine, pero no quise arruinar el buen diálogo
que tenemos últimamente.
Rió feliz. La opinión que su tía tenía de
Lizzy, había quedado muy atrás y ahora, por momentos hasta parecía más sobrina de
ella que él mismo. Lady Catherine vivía
reclamándole, cada viaje que estaba obligado a hacer, en el que Elizabeth no lo
acompañaba. No la llevaba por la
exclusiva razón de evitar someterla a incomodidades, jamás por no tenerla
cerca. Sentirla a su lado, era lo más
gratificante que le había dado la vida.
–Bajaremos
de inmediato a compartir con ellos nuestra dicha. Georgiana se pondrá muy feliz.
–Deben
ustedes ser más respetuosos de los horarios.
Hace tiempo que Georgiana y yo estamos aquí esperándoles. – Lady Catherine lucía molesta.
–Mi
querida tía… hermana. Sabrán disculparnos, cuando les comentemos
los motivos de nuestra demora. –Los ojos
de Darcy, brillaban con luz propia esa mañana.
–Así lo
espero. Ustedes dos viven quebrantando,
cuanta regla de civilidad existe.
Comprendo el cariño que se tienen, no soy insensible; pero deben
comportarse con más respeto y consideración para con nosotras.
Georgiana
ocultó su risa tras la servilleta. Antes
que el matrimonio ingresara al salón, ella y Lady Catherine hablaban de lo
adorables que se veían los dueños de casa y lo mucho que le recordaban a la
señora, el clima que se vivía en
Pemberley antes de que su hermana muriera.
William y Elizabeth no se habían dado cuenta, pero los dichos de su tía
ocultaban una broma privada entre ellas.
Para Georgiana, esa complicidad, era la mayor muestra de aceptación de
su tía, para con su cuñada.
Elizabeth
pasó su mano a manera de caricia por el hombro de madame, antes de tomar su
lugar en la mesa. Darcy se mantuvo
parado detrás de su esposa y se dirigió a las damas presentes:
–Lamentamos
el retraso, pero hemos de darles una noticia, que es la que nos demoró ésta
mañana. Elizabeth… – Miró a su esposa
con ternura y retomó: –Mi querida Elizabeth y yo… queremos informarlas, que nos
invade la dicha… pronto seremos padres.
Georgiana,
dejando de lado todos sus modales, tiró la servilleta por los aires, se levantó
dejando caer su silla y corrió a abrazar a su hermano y cuñada, envuelta en la
mayor de las alegrías. Lady Catherine
tenía los ojos llenos de lágrimas, a ella también la emocionaba saber que
Pemberley volvería a sentir la risa de un niño.
–Pues
bien. Ahora sí que no podré regresar a Rosings.
Me precisan demasiado aquí. Ese
niño necesitará de alguien sensato que lo eduque entre tanta gente dispuesta a
malcriarlo.
Capítulo IX
Capítulo IX
Por favor María, decime que este no es el final, decime que con tiempo vas a seguir un poquito más! Me encanta tu forma de escribir, y me gusta que los personajes siguen teniendo el carácter y actitud que doña Jane les dió 200 años atrás!
ResponderEliminarAdelante!
Andrea D.
Hola Andrea. Bienvenida. Gracias por tu comentario tan lindo y estimulante. Cariños.
Eliminarhahahahahha me muerooooooo necesitoo mas!!!!!! :) me encanta lo que escribis!!!
ResponderEliminarHola Mariel. El domingo llega el capítulo final.
EliminarNo tendrás que esperar demasiado.
Cariños, y gracias por leer.
He quedado sin aire, que manera de resolver y presentarnos todos esos cabos medios sueltos de la película y del libro. Que bien, Elizabeth logró ganarse a Lady Catherine y además quitar los temores de Mr. Darcy por la llegada de un bebe; después de todo un nuevo integrante en la familia es siempre un motivo de alegria.
ResponderEliminarSiento con mucho pesar que ya todo vaya a terminar, demasiado buena tu continuación.
Un beso.
Gracias Jennieh. Nos seguimos leyendo. Cariños
EliminarMe Encanta, gracias, siempre me quedé con ganas de más...
ResponderEliminarGracias por leer.
Eliminarque lindo
ResponderEliminarMe alegra que te guste. Gracias por leer.
ResponderEliminarGracias , me gustó muchísimo. Quiero más , delicioso. Luzma
ResponderEliminarMuchas gracias por la continuación!! Por momentos me ha parecido estar leyendo el libro!
ResponderEliminarMe ha encantado!!!
Muchas gracias por la continuación!! Por momentos me ha parecido estar leyendo el libro!
ResponderEliminarMe ha encantado!!!
Creo que por hoy será lo último que lea, me he emocionado como si hubiese estado allí con tan bonita noticia!!! La verdad que logras que vivamos la historia, respetando la personalidad que Austen imprimió en sus personajes >_o
ResponderEliminarIncreíble... María me has hehco emocionar como la misma Jane Austen lo ha hehco con esta preciosa historia =)
Muchas gracias!!!!
Me encanto, de principio a fin. Lo leí todo en un ratito. Hermoso, simplemente hermoso..
ResponderEliminarDespués de orgullo y prejuicio es realmente lo mejor que he leído
ResponderEliminarCuan emocionada he estado de leerlo, agradezco infinitamente el que se haya tomado el trabajo de llenar a los lectores de tanta felicidad. Siempre supe que tan hermosa historia merecía continuidad y tan grandioso final.
Me he sumergido tanto En la historia que en cada frase paseaban por mi mente las imagenes tal cual si viera la película
Amooo está historia ❤❤❤❤❤❤